22/11/11

Prolegómenos éticos para una razón diet-ética

[Aquí 4 de los 20. Para leerlos todos como corresponde a todo hambriento lúcido: Meditaciones sobre el gusto: vino, alimentación y cultura, de Matías Bruera. 1ra. Ed. Buenos Aires: Paidós, 2005]

La mitología del vino puede hacernos comprender, por otra parte, la ambigüedad de nuestra vida cotidiana. Porque es cierto que el vino es una sustancia hermosa y buena, pero no es menos cierto que su producción participa sólidamente del capitalismo francés, ya sea el de los bodegueros o el de los grandes colones argelinos que imponen al musulmán, que no tiene pan para comer, una cultura extraña en la mis tierra de la que se lo desposeído. Existen, de esta manera mitos muy simpáticos pero no tan inocentes. Y lo característico de nuestra alienación presente es que el vino, justamente, no pueda ser una sustancia totalmente feliz, salvo que uno, indebidamente, olvide que él, también, es producto de una expropiación.I. Así como no hay apetito colmado, no hay apetito sin falta. La alimentación del cuerpo es consustancial con la alimentación de la mente. Conocer y comer, palabra y comida son herederos de la misma estirpe: el hambre.

Roland Barthes

I. Así como no hay apetito colmado, no hay apetito sin falta. La alimentación del cuerpo es consustancial con la alimentación de la mente. Conocer y comer, palabra y comida son herederos de la misma estirpe: el hambre.

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XIII. El exacerbado estímulo gourmandise se corresponde con nivel determinado de la relaciones humanas y de la configuración de las emociones. El mundo gourmet es un programa, una estética y una ética frente a la desprotección, el hambre y el reparto de alimentos. Y es también un suplemento cultural de la culpa, pues así como antepone lo individual a lo social, privilegia el parecer por sobre el ser, la apariencia por sobre la realidad, enmascarando, gracias a la primacía concedida a la forma, el interés otorgado a la función, y lleva a hacer lo que se hace como no se hiciera.

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XVII. La “elección” alimentaria determina la constitución corporal de las diferentes clases sociales. Su nutrición –cultura convertida en natura- se expresa en dimensiones, volúmenes y formas, y hace del cuerpo –como le gusta decir a Bourdieu- la más irrecusable objetivación del gusto de la clase. Portador de signos, el cuerpo es también productor de signos. Acuña visiones del mundo contrapuestas que se expresan según el orden de la escala social: las clases populares en anatomías voluptuosas circunscriptas a la apreciación del alimento como condición del ser y la subsistencia, y las clases medias y altas privilegian la forma y el parecer –más digestivo y menos calórico-.

XVIII. El deseo alimentario se corresponde con un ideal estético. A todos se nos hace agua la boca, pero no por lo mismo. La comida, como la lengua, constituye una prueba cultural definitiva –entre y hacia el interior de la sociedades-: a la vez que identifica, establece indefectiblemente las diferencias. En definitiva, en el plano ideal la comida se identifica con el convite o la convivencia, aunque en el plano fáctico alimenta las diferencias de clase.

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